Walter. Así se llama un “técnico del agua” que conocí hace tiempo y que se encuentra hoy aquí, a mi lado. Ahora es un gran profesional y experto, adjetivos que se ha ido fraguando tras años de trabajo y esfuerzo. En definitiva, es innegable que son los “tropiezos y las caídas” los que nos hacen avanzar e impulsan a lo largo de nuestra carrera profesional. Y sobre esto nos va a hablar nuestro invitado en la última charla de hoy.
El primer trabajo que ejerció fue en una cooperativa agrícola. Llegó allí con timidez, con poca confianza en sí mismo, ante un reto laboral que, según me confesó, le inquietaba y asustaba. Era normal. Tenía por delante una responsabilidad, unos profesionales con gran peso y experiencia a los que ayudar, y unos conocimientos que, en general, estaban “colgados con pinzas” como él mismo los definió. Pero dejemos que nos termine de contar esa experiencia que, sin duda, será útil a todos vosotros que os encontráis a punto de terminar el ciclo.
[Intercambio de saludos. Uno se sienta, otro se levanta y se acerca al micrófono del estrado. Observa durante unos segundos al auditorio. Sonríe ante la expectación y comienza a hablar]
Bien, recuerdo especialmente un encargo que me hicieron, fue uno de los primeros, prácticamente recién entrado en la cooperativa. Por aquél entonces estaba terminando el proyecto final de ciclo y había conseguido la vacante por medio de un profesor de la Escuela. Durante las mañanas me dedicaba al proyecto y por las tardes asistía a la cooperativa. No había transcurrido una semana desde mi llegada cuando, una tarde, el capataz de riego se acercó a mi mesa y depositó sobre ella tres goteros iguales, sólo se distinguían por el color de una banda circular. Me dijo que, para poder poner en riego una nueva parcela, necesitaban elegir uno de los tres goteros, el que fuese más adecuado. La parcela era llana y los goteros, no compensantes. E iban a instalarse pinchados en las líneas de polietileno.
- “El ingeniero ha calculado los ramales -me dijo el capataz con voz grave-. Las pérdidas continuas en el ramal son 0,070 mca/m, el Coeficiente de Christiansen, 0,36 y la longitud ficticia del ramal 128 metros. Además -añadió levantando su mano derecha que sujetaba un papel doblado- el proveedor me ha dado los exponentes de descarga de los tres goteros.”
Cuando terminé de apuntar todos los datos el capataz me entregó el papel que contenía la siguiente anotación escrita a mano:
Gotero morado, x= 0,492, Gotero verde, x= 0,463, Gotero amarillo, x= 0,351.
- “Mañana me dices algo” – dio media vuelta, se caló el sombrero, se llevó dos dedos al ala como despedida y salió de la oficina despacio.
[Walter miró al auditorio por encima de las gafas]
¿Sabéis lo primero que pensé? –[preguntó mientras se quitaba las gafas y erguía la espalda]- Vaya brown –[Se oyeron risas y comentarios entre los asistentes]
Sí queridos alumnos. Estuve un rato observando esos tres chismes que tenía encima de mi mesa diciéndome ¿y qué demonios hago ahora con esto? ¿me estarán probando? ¿tendría trampa este encargo? En fin, que me estuvo rondando por la cabeza la idea de que podría ser objeto de una burla e iba a pagar la novatada. Además, no me fiaba del capataz. Tenía un aire a Marlon Brando en la película La jauría humana que me inquietaba –[más risas y comentarios]
A la mañana siguiente lo primero que hice fue consultar los apuntes. Los tenía tan recientes que no tardé ni dos minutos en encontrar el apartado que hacía referencia al exponente de descarga de los goteros. Lo leí varias veces. Y encontré la solución, o, al menos, creí en ese momento encontrarla.
Por la tarde, ya en la cooperativa, me senté confiado a mi mesa esperando la llegada del capataz que no tardó en aparecer. Se acercó despacio y, de pie frente a mí, me preguntó:
- ¿Y bien Walter?... ¿Qué tienes?
“Señor, el gotero amarillo es el adecuado” -dije orgulloso mostrándolo en la palma de mi mano.
- ¿Y por qué el amarillo?
“Es el que tiene el exponente de descarga más pequeño. Mucho más que los otros dos”- contesté con aplomo.
- ¿Estás seguro? -me lanzó a bocajarro el capataz con una mirada suspicaz.
[Walter levantó la vista e hizo un barrido por la sala. Muchos alumnos tenían los labios apretados]
Esa pregunta me derrumbo. [Sonrisas y comentarios entre los alumnos]. Estaba claro que el encargo tenía trampa. Fijaos en una cosa. [Levantó el dedo índice]
Di por supuesto que uno de los tres goteros era el válido. Resultaba evidente que un gotero con exponente de descarga mucho más bajo iba a ser mejor, ¿verdad? Pero no era suficiente, no. Digamos que me cegó el afán por encontrar una respuesta que dar al capataz, pero no indagué más. Y, creedme, lo mejor que podéis hacer es no dar nunca nada por hecho. Indagad siempre. Ir más allá. Contad con todas las posibilidades e intentad no dejar nada al azar. Para eso sois técnicos. Para llegar en lo posible al fondo de las cosas.
[Walter se acercó al encerado y, tiza en mano, comenzó a escribir]
Con los datos que me dio el capataz podía haber calculado la pérdida de presión que se producía en el ramal. Es decir, habría obtenido este resultado.
hl = J·CR·Lf = 0,070·0,36·128=3,2 mca
Estos 3,2 mca [picoteaba con la tiza el número] es la pérdida que se produce en el ramal de polietileno con el gotero pinchado.
Ahora tenéis que recordar la ecuación de diseño de una unidad de riego cuando se utilizan goteros no compensantes. Recordad que se admite una diferencia de caudal máxima de 10%. Una diferencia mayor, invalidaría técnicamente la solución propuesta.
Si ahora empleamos los exponentes de descarga de los goteros tendríamos lo siguiente:
¿Qué significa esto? Pues sencillamente que ningún gotero cumple.
[Walter giró la cabeza hacia el auditorio, soltó la tiza y sonrió con indulgencia]
Lo que esas tres ecuaciones nos indican es la máxima pérdida de presión que puede producirse en la unidad de riego para que no exista una variación de caudal superior al 10% y, como podéis ver, las pérdidas del lateral las supera. Por lo tanto, ninguno de los tres goteros es adecuado.
Como veis, a veces la precipitación nos hace errar y, en cualquier caso, no es malo equivocarse, en absoluto. Esto nos ayuda a mejorar. Prácticamente todo lo que ha conseguido el ser humano ha sido a base de realizar pruebas y errores. Casi nada sale bien a la primera, eso es indudable. Y, naturalmente, casi todo es mejorable. Afrontad vuestro trabajo con profesionalidad siempre, pero no os dejéis llevar por la desesperación y aprended de los fallos porque eso hará que cada día seáis un poco mejores. Os deseo mucha suerte y éxitos en vuestra carrera profesional y también, como no, algunos errores.
De esta manera, mi amigo Walter terminó su charla. Los alumnos le aplaudieron y se levantaron de sus asientos para rendirle un merecido homenaje. Tras ello, llegó el momento de pasar al jardín a tomar el refrigerio y hablar de otras cosas.
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